04 noviembre 2013

4 tipos de personas que podés conocer en un Hostel


"¡Qué lindo es viajar!" es una manera elegante de decir que todas las personas que te rodean ya te tienen recontra podrido y lo que necesitás es rodearte de pelotudos que no conocés para extrañar a los pelotudos de siempre.

Es genial conocer gente de todas partes del mundo. Compartir unas borracheras y darse cuenta de lo tremendamente poco originales que somos en nuestros defectos y virtudes. Todos venimos del mismo caldo de cultivo de neurosis, nihilismo y ganas de levantarse a la pibita de Holanda que tiene tetas grandes.

Entre la fauna habitual en un hostel, hay algunos ejemplos casi antológicos.


1. El gringo borracho recién salido de la Pubertad.
El pibe terminó la facultad, o está a mitad de camino y decidió meter unas vacaciones exóticas por América Latina. Quizás para probar cosas distintas, conocer minitas diferentes y terminar de festejar que ya no sufre más de acné.

Entonces llega a nuestras tierras, se dá cuenta de que es medio boludo y opta por hacer la que sabe... jugar Beer Pong y levantarse a gringas borrachas, las mismas que puede fácilmente  conocer a 12mil kilómetros de distancia, en su propio país.

Estos pibes casi no necesitan afeitarse todavía. No entienden chistes de doble sentido y se emborrachan con cerveza aguada. Te hacen sentir viejo y petiso (miden como 2 metros los hijos de puta), pero al menos son notoriamente más boludos que vos.


2. La parejita de autistas.
No estoy seguro de cuál es el rollo con esas parejitas que deciden irse a recorrer el mundo pero entonces hacen absolutamente todo juntos. Comen a la misma hora, no le hablen a nadie más, creo que hasta van a cagar juntos al baño.

Podría ser que no hablen los idiomas habituales (español, inglés y ebrio), y entonces se sienten aislados. Pero no les puedo dar todo el beneficio de la duda, porque no miran al resto de la gente como si no los entendieran... no no, miran a los demás como si quisieran desintegrarlos con ojos láser. Parecerían ser esa clase de persona que les encantaría hacer turismo por un país vacío.

Lo único bueno es que son tan autistas que aparentemente nunca se pelean entre ellos, lo malo es que cuando finalmente les salte la térmica y decidan asesinar a todos en el hostel, no va a haber manera de prevenirlo.


3. La francesa idealista.
Ah. Casi adorable. No tiene ni 30. Quiere conocer América Latina y la va a recorrer como por ocho meses. No viaja con el novio porque el pibe "no le entiende la cabeza" (y aparentemente no entiende un montón de otras cosas).

Cuando la encontrás a la hora del desayuno, está leyendo Las Venas Abiertas de Ámercia Latina de Eduardo Galeano (¡Les juro que esto es posta!). Pero lo lee en francés, porque recién está aprendiendo español. Entonces te dedicás a enseñarle cosas importantes, como que la palabra "cajeta" no es lo mismo que "cajero", que "Tuje" no es lo mismo que "Tuyo", "Empomada" no es lo mismo que "Empanada" y que "La loma del orto" no es un barrio que se pueda visitar fácilmente.

Está fuerte como un pino. Obviamente.
No te la vas a poder levantar ni de milagro. Obviamente.
Pero si le das algunos consejos inteligentes, te va a perdonar que le mires el escote cada 3 milésimas de segundo.


4. El viejo finlandés hippie que se cansó del frío.
Trabaja de limpiador en el Hostel. No habla una puta palabra de español pero igual es la voz de la sabiduría. Vivió en Croacia porque tenía ganas de poner un restaurante de comida mexicana... y esa es la anécdota más coherente que tiene. Para cuando se está terminando la noche, te está hablando de que limpiar vómitos en un hostel de Argentina se ha vuelto su modo de vida Zen y ahora está en paz con el mundo.

El viejo finlandés desayuna cerveza barata a las 10 de la mañana, se parece a Lebowsky y no se calienta con nada. A las 3 de la mañana de un domingo, te lo encontrás en el bar del hostel, charlando con una parejita de lesbianas y tomando un vino tan berreta que la marca es COLON y no en honor al descubridor de Ámerica.

Se cansó del frío, del status quo, del estrés y de tener 3 horas de luz solar por día. Los sudamericanos le parecen genialmente pelotudos y entonces se suma al jolgorio sudaca con la dedicación de un apostol.

Entonces, a las cuatro de la mañana, se rompe un caño del baño, estamos todos recontra en pedo, y el Finlandes se levanta como si fuese Superman y se va a intentar repararlo. Reaparece al mediodía siguiente, dicendo que se quedó dormido mientras buscaba la caja de herramientas. El plomero que contrataron no entiende un pomo, se mete la guita en el bolsillo y se las pela.

Agarro mi valija, me despido de todos. El viejo hippie me despide con un choque de puños y se va a recibir a unos alemanes de Dresden.

Fin del viaje.

21 octubre 2013

4 "Uruguayismos" que ya me secaron las bolas.

¡Ah! Uruguay.
Tierra maravillosa de gente que tiene una pasión injustificada por el mate, manejar como el ojete por la rambla, y opinar un montón. Opinamos de fútbol como quien opina de política, al mismo tiempo que nos ponemos a hablar de política como si se opinase de religión; y se opina de religión como quien opina de reciclar... (algunos se lo toman en serio y el resto prefiere que no les rompan los huevos con el tema).

Pero de todas las opiniones, costumbres y hábitos de la gente de este país, hay cuatro que me tienen podrido. Y estoy dispuesto a apostar que tienen podrido a todo el mundo. Especialmente a nosotros mismos, que somos cuatro gatos locos y nos vemos hacer estas cosas a diario.


1. Uruguayismo Nro Uno: "Si nadie hace las cosas bien, yo tampoco"

Hay lugares donde tirar la basura. Hay esquinas con barreras metálicas que impiden cruzar a los peatones para que no entorpezcan el tráfico. Hay costumbres como cederle el asiento del bondi a la gente mayor y a las embarazadas. Devolver las cosas en el mismo estado como te las prestaron (o pagar si se rompió algo). Escuchar tu música con auriculares cuando hay mucha gente que te rodea...

Yo que sé, actitudes básicas que nos separan de los cavernícolas. Y la lista es ridículamente larga. Y todas estas cosas son más ignoradas que... cosas... que se ignoran pila. (Ta, no siempre voy a saber rematar un chiste, saquenmelá un cacho).

¿Porqué nos cuesta tanto? Armar filas ordenadas sin que nos lo pidan. Tirar envoltorios donde corresponde. Llevar bolsitas para la caca del perro y siempre pasearlo con correa. Son cosas que apelan al bienestar general y exigen mínimo esfuerzo. No estamos hablando de organizarnos y hacer una huelga de hambre para impedir la importación de productos televisivos de Argentina.

Sugerencias:
Tratá de ser menos impuntual (yo soy horrible en esto), clasificá tus residuos, regulá los horarios que tenés prendido el calefón, hacele boicot a la mala televisión apagando el aparato y agarrá un libro (uno bueno, nada de esas novelas pelotudas libera estrógeno, que están de moda).


2. Uruguayismo Nro Dos: "Culpemos de todo al gobierno"

Nos quejamos. De la educación. De la salud. De la seguridad. Nos quejamos de la economía. Nos quejamos de que antes todo era mejor. Nos quejamos del deporte. Y de que Maxi de la Cruz es más gracioso de lo que queremos admitir.

¿Y cuántos de nosotros hacemos cosas día a día para mejorar estas cosas?... bien pocos (y YO seguro que no estoy entre esas personas).  La respuesta habitual que escucho es "Ah no, pero de eso se tiene que hacer cargo el gobierno".

Sugerencias:
Si, de algunas cosas se debería hacer cargo el gobierno. Pero la actitud de cada uno de los ciudadanos también conforma parte del Estado. ¿Estás haciendo algo para mejorar la situación del país? Trabajo comunitario, un jardín orgánico en la azotea, boicotear una marca que no te gusta. Sacarle el Iphone al nene y meterle un libro.

Porque si no estás haciendo nada, pero absolutamente nada para mejorar las cosas, entonces la verdad es que es super fácil expiar responsabilidades culpando al organismo estatal. Que desde luego se manda más cagadas que un bovino con diarrea, pero vos siempre podés hacer tu parte para mejorar las cosas... a menos que creas que si los demás no hacen las cosas bien, entonces vos tampoco tenés porqué hacerlo. En ese caso por favor relee el Uruguayismo Nro Uno de este artículo hasta que te salgan hemorroides. Gracias.


3. Uruguayismo Nro Tres: "Es diciembre, hasta abril no se mueve nada"

No conozco ningún animal que hiberne en verano.
Es el periodo del año cuando el mundo natural despierta por completo y está en total ebullición. Recién a mediados de otoño la actividad empieza a bajar.

Para el uruguayo promedio, el año dura de abril hasta mediados de diciembre. Y el resto de los meses del año son tragados por un agujero negro de playitud imperturbable. Se huye de Montevideo como los habitantes bíblicos de Sodoma y Gomorra huyeron del castigo de dios. Los que miran hacia atrás, en lugar de convertirse en Sal se transforman en Yerba para el mate.

Los servicios públicos reducen su nivel de actividad (que ya es lenta), para funcionar con la velocidad de una placa tectónica.

Y nuestras costas explotan. Literalmente. Bueno, no, no literalmente, pero es lo que debería suceder si Uruguay se sometiera a las leyes básicas de la química. Todo ese alcohol y gas metano acumulado en pequeños bolichones hechos de madera y techo de quincho... Nadie logra explicarme cómo es posible que nuestros balnearios no sean una larguísima fogata que se extiende desde Marindia hasta el Chuy.

Sugerencias:
Difícil partido. Más gente debería saber disfrutar de tener vacaciones en invierno. En lugar de asumir que desenchufarse de todo es tirarse al sol como un lagarto y cada tanto meterse al agua mientras se esquivan niños cabalgando delfines inflables.


4. Uruguayismo Nro Cuatro: "No cuentes que te va bien"

Creo que esto viene un poco por eso de "Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces".

Sugerencias:
También creo que los envidiosos pueden irse todos a la concha de su hermana.

Ojo, va con onda. A los presumidos no se los fuma nadie, pero de ahí a estarse cuidando de no compartir un mínimo de buenas noticias solamente porque al otro puede ser que no le esté yendo bien... y entonces de alguna manera sobrenatural, su mala onda y tu buena onda van a generar un vórtice apocalíptico de caos.

Creo que en Uruguay no tenemos todavía claro lo que significa la palabra "exitoso", pero de algún modo lo asociamos con ideas preconcebidas sobre el exceso, la decadencia y el egocentrismo... cosas que ahora que las pienso están bastante buenas. Me tendría que haber dado cuenta antes.

Pero es difícil pensar mucho sobre esto mientras estoy tirado en la cubierta de mi yate, con supermodelos en topless saltando por ahí, y explicándole a mi manager los detalles anatómicos de mi futura estatua de mármol.


07 octubre 2013

4 cosas que aprendí después de aprender a manejar.



Cumplir con un "debe" personal siempre da mucha satisfacción. En especial si uno lo viene posponiendo durante más de una década. Así que cuando finalmente aprendí a manejar y gente en su sano juicio decidió darme un permiso, me sentí tremendamente bien conmigo mismo.
Lo malo es que empecé a odiar al resto de la gente a mi alrededor (más que antes, quiero decir).


1.  El coeficiente intelectual de la gente fluctúa según el día de la semana.
Aunque sobra la evidencia para comprobar lo contrario, el consenso general es que el cerebro humano es un órgano tremendamente avanzado. Queda claro que nos gusta felicitarnos a nosotros mismos por tener un kilo y medio de masa encefálica mínimamente funcional. Es como si las moscas se hicieran autobombo por comer su propio vómito…  Sin duda es evolutivamente meritorio, pero en la práctica los resultados son simplemente vomitivos (juego de palabras cortesía del cerebro humano… ¿Se dan cuenta? ES ASÍ DE HORRIBLE).

Mis dudas sobre la inteligencia humana tienden a empeorar los domingos, en especial si estoy manejando, y más aún si llueve. Porque cuando esas circunstancias se sincronizan en un perfecto ballet de estupidez y azar, me resulta imposible creer que los protagonistas son los seres más inteligentes del planeta. 

Gente que es capaz de pagar sus impuestos, resolver matemáticas básicas, cocinar unos fideos con tuco, y ponerse la ropa en el sentido correcto (cosas que yo sigo sin poder dominar pese a mis intentos), tienen una súbita bajada de actividad neuronal al ponerse frente al volante durante una jornada dominical. Entonces los vemos circulando demasiado lento, demasiado rápido, haciendo “finitos”, haciendo “Gruesos” (otro juego de palabras… dios me perdone), y constatando que si siguiéramos en la Edad de Piedra, estas personas serían las primeras en morirse segundos después de decir el equivalente a: 
“Ah, no sé, no sé. Yo siempre acorté camino por el medio de la guarida del tigre prehistórico enorme y feo y nunca me pasó nada”.


 Obviamente que no creo que sea culpa del domingo que las sinapsis funcionen con más pereza que el empleado promedio del Ministerio de Desarrollo Social. Creo que es culpa de la gente por no darse cuenta que son más estúpidas de lo habitual. Deberían quedarse en sus casas, bien quietitos, sin intentar nada más complejo que comer dulce de leche directamente del pote.


2. Los peatones son tanto o más negligentes que los conductores.
Fui peatón durante casi tres décadas de mi vida. Aprendí a caminar como todo niño, más o menos cuando me di cuenta que mi madre estaba haciendo todo lo posible por alejarse de mis berrinches y me ví obligado a desarrollar capacidades de desplazamiento superiores al gateo para alcanzarla y hacerla sufrir un poco más.  Finalmente la vergüenza pudo más que el instinto de autopreservación y acepté que si me iba a morir de todos modos, al menos puedo estar ADENTRO de la caja metálica infernal con ruedas, en lugar de simplemente ser aplastado por una.

En el fondo, siempre sentí que los peatones estábamos en la jungla, rodeados de grandes y veloces depredadores metálicos (concepto que ya acuñé como idea para una película mala con Lorenzo Lamas).
Si los conductores son anormales que ignoran no solo las reglas de tránsito, sino las del sentido común también, los peatones son la subespecie más suicida del planeta, muy por encima de las abejas (se destripan para poder picar) o las mantis religiosas macho que se aparean e inmediatamente son devoradas por la hembra.

No estoy del todo seguro de que esta total falta del sentido de autopreservación sea un tema de soberbia o falta de entendimiento de que cruzar la calle puede ser algo elemental, pero tan peligroso como hacer enojar a un patovica de boliche reggeatonero. Creo que está más bien vinculado a la estupidez. Una total y definitiva falta de uso neuronal bajo la creencia primitiva de que caminar, respirar, y obedecer las reglas de tránsito es imposible.

No hace ni dos semanas, vi a un alegre grupo de personas ayudar a cruzar a un señor en silla de ruedas. En la rambla. A 15 metros de un semáforo que marcaba roja. He visto animales tirarse en frente de autos circulando a setenta u ochenta kilómetros por hora, perros, gatos, ciervos… en general criaturas con reflejos rápidos y excelentes instintos pero incapaces de abstraer las implicaciones de ir frente a frente con un bólido metálico de una tonelada de peso. Los peatones saben a lo que se enfrentan, y no tienen la agilidad de estos otros potenciales felpudos del asfalto… pero se mandan igual, y ayudan a otros con incluso menos movilidad a desafiar las estadísticas. Quizás sean adictos a la adrenalina, pero en ese caso, es más seguro asaltar una farmacia/hospital con pistolas de agua e intentar robarse toda la epinefrina.

Esto me lleva a una única conclusión posible…  



3. En Montevideo no hay tránsito. Hay Darwinismo móvil.
El Darwinismo tiende a estar mal interpretado. Un poco similar a lo que le sucede al Maquiavelismo. Son términos que muchas veces usamos con connotaciones negativas para explicar el orden de las cosas.

La realidad es que el Darwinismo no tiene mucho que ver con la supervivencia del más apto, del mejor, o del más inteligente. Tiene que ver con la reproducción del que logre morirse menos. Y por eso llegué a la conclusión de que en Montevideo no hay realmente tránsito, lo que hay es una ecología de subespecies altamente especializadas en transmitir su material genético antes de reventar contra una columna. Estos seres vivos no se enfrentan a otras fuerzas de la naturaleza, sino a las fuerzas inconmensurables de las matemáticas. La ecuación es la siguiente: 
900kg de vehículo promedio 
x
65kg de persona promedio 
x
CERO (siendo cero la elasticidad natural de paredes y columnas de hormigón)

Cualquiera con un conocimiento rudimentario de las matemáticas sabe lo que sucede al multiplicar algo por cero. Es similar a lo que ocurre al intentar encontrar argumentos inteligentes en la política nacional. Ese Cero es las chances que uno tiene de sobrevivir a la combinación fatídica de la estupidez propia con la ajena, limpiando el pozo genético de material débil y con dislexia numérica.


4. Me voy a comprar un globo aerostático y un ventilador grande.
Como la solución no está en tener bicicletas, ya que los ciclistas son peatones que aprendieron a moverse incluso más rápido, y todos sabemos que el transporte público uruguayo está correctamente ubicado en el décimo círculo del infierno, la solución para trasladarse tiene que ser algo ingenioso y apto para mi limitado presupuesto.
Un dirigible casero es todo lo que preciso. Después de eso, es solo aprender a lidiar con la habitual gaviota pelotuda, o los disparos del vecino loco que espera con ansias la invasión de extranjeros, posiblemente gente de Paysandú o Salto, u otras naciones exóticas.

Es genial imaginarse ir hasta la Ciudad Vieja y en vez de buscar un lugar para estacionar, simplemente usar una escalerilla de cuerda, bajar, hacer trámites e irse a la mierda en minutos.

Eso hasta que algunos otros payasos empiecen a copiar la idea, y empiecen los impuestos a la circulación por espacio aéreo, y aparezcan los bondis aéreos con Petinatti a todo volumen…

Y los domingos la gente se distraiga y los globos empiecen a flotar peligrosamente cerca de los techos de los edificios. O a chocarse entre ellos, enredando cuerdas, tirando antenas de televisión y aplastando gente al aterrizar...
Momento en el cual voy a dejar de viajar en globo para construirme un submarino.


*Dedicado a Rodrigo que me enseño a manejar sin chocarme con pelotudos.